El Tajo del Molino, o Tajo de Torró, según lo conocen en Teba, que se encuentra a poco más de tres kilómetros, es un desfiladero de trazado ligeramente curvo, perfecto en sus formas, que más parece obra de un ingeniero que de la madre naturaleza. En el cañón abundan las cuevas y cavidades, como consecuencia de la karstificación producida por las aguas del río de la Venta. De estas cuevas, destaca la de las Palomas, que guarda en su interior restos arqueológicos. Al final de su recorrido nos encontramos con las ruinas de lo que fue, inicialmente, un molino harinero, que da nombre al Tajo; y después fue venta y le dio el nombre al arroyo que atraviesa el paraje.
Que el río suela discurrir contaminado no soslaya el formidable valor de su flora. Grandes rapaces tales como buitres leonados, alimoches o aves nocturnas de sorprendente diversidad comparten vida junto a la colonia de murciélagos que habitan sus cuevas.
Al fondo del Tajo se encuentra un molino arruinado por donde entraba el agua que, al caer sobre su maquinaria, movía unas turbinas que molían el grano. La estancia de estas ruedas de molino evidencia la realidad y da origen a su nombre.
Fuentes bibliográficas: Diputación de Málaga.
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